Los diecinueve de cada mes la iglesia de San Expedito organiza una ceremonia especial dedicada al Santo. Mi tía me pidió que la acompañe a la celebración este diecinueve para visitar y rezarle al santo al que tantos pedidos hace. Le pide por mí, por mis hermanos, sus novias, mis primas, sus maridos y por toda la familia. Para mí le pide un novio, a veces le ruega que sea un hombre bueno y otras veces le sugiere que sea de buen pasar, ¡no me vaya a enganchar con un pobretón!
La iglesia queda atrás de la cárcel de mujeres, cerca de Tres Cruces. Llegamos en un taxi y nos bajamos en la esquina entre vendedores ambulantes que se acomodan en esta fecha para aprovechar el fluir de creyentes. ¡¡¡Veinte pesos la bombacha!!! ¡¡Ropa interior a treinta y cinco pesos!! ¡¡De todos los contornos!! El hombre que gritaba tenía su mercadería expuesta sobre una sábana que cubría el asfalto muy cerca del cordón de la vereda.
La media cuadra que transitamos para llegar a la puerta de la iglesia estaba llena de puestitos ambulantes con diversos productos: motivos navideños armados con frutos de árboles, pinturas, DVDs, zapatos, y jabones de limpieza y purificación de San Expedito.
Nos reímos del jabón y subimos los dos escalones de la entrada. Seguimos caminando por el espacio lateral derecho donde las personas en fila se iban acercando al centro de la iglesia donde la imagen de San Expedito estaba exhibida y protegida dentro de una caja de vidrio, igual que La Gioconda en el Louvre.
La iglesia tiene una bóveda central donde está San Expedito, y otras cuatro bóvedas laterales que son como pequeños altares a la Virgen, a la Sagrada Familia, al Sagrado Corazón, a Jesús en la cruz. La bóveda central es poco luminosa, apenas se filtra la luz a través de unos vitraux sencillos que resplandecen desde lo alto.
Cientos de personas de casi todas las clases sociales llegaban hasta el Santo de la bóveda central y pegaban sus manos al vidrio. A tocarlo, tocarlo. Y con un rezo y mucho respeto por la multitud que esperaba detrás, se movían y seguían el camino de salida por el lateral izquierdo.
La gente seguía entrando, seguía pasando, tirando papelitos con oraciones a San Expedito que además del rezo decían: "hoy mando imprimir mil de estos folletos en Acción de Gracia por un gran beneficio recibido".
Entramos, nos sentamos en los bancos de la iglesia, rezamos, dejamos un diezmo, nos persignamos y salimos. La vereda era una montonera de gente que estiraba las manos con estampitas, bombachas o torta fritas. La misma fe pero un mundo otro al de la iglesia que queda cerca de mi casa donde el sacerdote al terminar la misa al grito de ¡fieles! detuvo a la concurrencia para rezongar porque lo escupen cuando comulgan y le dejan los dedos llenos de pintura de labios.
Almuerzo con mi tía
Bautismo
El ansia y el hígado
Cosas de celestina
Estampitas
Sin ceremonia
En juliana
Un sombrero con pluma verde
La Chunga
Modelo
Una eterna espera
Instrucciones
Lograr el tono
La cantarola
Las cosas en orden
martes, diciembre 20, 2005
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1 comentario:
Esto de escribir sobre el blog para después leer y editarme me deja ver con más facilidad mis muletillas y otras cosas molestas que demoro más en vislumbrar cuando archivo el documento en la computadora o dejo el papel escrito adentro de alguna carpeta, agenda, cuaderno, cartera...
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