Tenía veinticinco años cuando mi tía empezó a preocuparse por mi soltería. Desde entonces ha probado diversas estrategias para conseguirme o presentarme candidatos. Así los llama. Y lo más curioso es que los encuentra.
Al viudo, por ejemplo, lo fichó en la Iglesia del Cordón, bien cerca del altar. Me dijo te tengo un candidato, es un poco más grande que vos, pero no te importa, ¿no?. Es viudo, está solo, y es abogado. Sonreí con aire de duda, por si me estaba tomando el pelo. Pero de estas cosas mi tía habla en serio.
Almuerzo con mi tía
Bautismo
El ansia y el hígado
jueves, octubre 20, 2005
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