viernes, noviembre 11, 2005

Un sombrero con pluma verde

El domingo que viene mi tía cumple años, no sé bien cuántos. Están quienes dicen que son noventa y cinco, y otros insisten que son sólo noventa y cuatro. Nadie va a preguntar pero todos los sobrinos vamos a ir a festejar. Por primera vez en los treinta y seis años que hace que la conozco va a celebrar con nosotros.

Siempre desapareció en sus cumpleaños. Le decíamos feliz cumpleaños tía el último día que la veíamos antes de que se fuera de la ciudad o si hablábamos con ella por teléfono unos días antes. Todos sabíamos que el día de su cumple no la podíamos llamar. Además, si desobedecíamos era inútil: no nos atendía y dejaba el teléfono sonar.

Pero hace dos años mi hermano se apareció en su casa un 13 de noviembre. Tocó el timbre y ella abrió. Mi hermano fue con la novia y le llevó unas galletitas caseras. Mi tía los recibió y las comió. No dijo nada del cumpleaños, habló de las galletitas que estaban muy ricas y después como si nada los despidió. Fue en esa época cuando me empezó a hablar de la muerte, de su muerte. La oí en la misma forma que ella escuchaba el teléfono sonar.

Calculo vivir dos o tres años más y antes de morirme quiero que santifiquen a Jacinto Vera, me repitió una y mil veces. Jacinto Vera fue el primer obispo de Uruguay y hay un cuadro del beato monseñor pintado por mi tía que espera hace años por su santificación para ser descubierto de las sábanas que, hasta hoy, lo tapan y esconden en un pequeño altar de una iglesia de Montevideo.

Igual que al cuadro, pero en una caja redonda en uno de los cajones de la cómoda de su dormitorio, mi tía guarda un sombrero con una pluma para una ocasión muy especial. Ella no me habló nunca de ese sombrero. Fue mi madre quien me contó. A mí me dijo antes de morirme quiero ir a tu casamiento. Mamá me contó que mi tía guarda para ese día un sombrero que tiene una pluma verde.

En juliana
Sin ceremonia
Cosas de Celestina
Almuerzo con mi tía
Bautismo
El ansia y el hígado
Estampitas

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