Prendí la hornalla que está al lado de la ventana y puse una olla vacía sobre el fuego. Después que calentó, le agregué un poco de aceite y antes de que empezara a crujir, le tiré la cebolla con un poco de sal (así larga el jugo y no se quema).
Me apuré a rebanar una tira de morrón en cuadraditos. El rojo se volvió líquido, se coló por las ranuras de la tabla, y los cuadraditos perdieron color en los bordes. Parecían pedacitos de papel glacé cuando los rompés con las manos. Los metí en la olla y la tapé.
Justo cuando terminé de cortar la berenjena en rodajas sonó el teléfono. Apagué el fuego y fui a atender. Era mi tía. Me preguntó en qué andaba y le conté. "Lo que se pierde un caballero", se lamentó. Está por empezar una novena a San Expedito -un santo que apura las causas difíciles. Colgué el teléfono y volví a la cocina. Prendí la hornalla, y seguí con los zapallitos. Me dio por cortarlos en juliana.
Sin ceremonia
Cosas de Celestina
Almuerzo con mi tía
Bautismo
El ansia y el hígado
Estampitas
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