Mi tía me dice la preciosa. Suspira a modo de queja, mira a la nada y le comenta a la Chunga, su amiga, que no entiende cómo es que su sobrina más linda e inteligente no se casó. Entonces se enoja conmigo y me dice que es culpa mía que no tengo paciencia, y que las mujeres tenemos que aguantar. O sino se olvida que recién se sacaba lustre porque soy un talento y de golpe me ligo un boba delante de las visitas.
La Chunga es una amiga valiosa porque tiene nietos varones. Y uno buenmozo, trabajador y bien dispuesto es con quién mi tía me quiere arreglar. Conversan el asunto entre ellas, la tía de la preciosa y la abuela del posible candidato. No sólo lo conversó con la Chunga, sino que hasta habló con el nieto. No sé qué le habrá dicho al hombre que muy amable sacó una tarjeta personal y se la dió. Y así, oficialmente, se convirtió en candidato.
Tengo su tarjeta, me repitió mi tía. Me dijo que estaba pensando en invitarlo a tomar el té a su casa, y entonces me pregunto: ¿vos vendrías? Algo parecido a un ¡¡¡¿eh?!!! fue el sonido que me salió. ¡Qué te cuesta venir! ¡Ves como sos!
No hubo té en la casa de mi tía, y con el tiempo el nieto de la Chunga se consiguió una novia y se casó. La Chunga le contó del casamiento una vez consumado y le dijo en tono de burla que se había quedado sin el candidato para la preciosa. Eso fue lo que me contó mi tía que pasó. Esto la ofendió y se enemistó con la Chunga. Pero como el muchacho fue muy amable, y nunca se sabe, la tarjeta no la tiró.
Almuerzo con mi tía
Bautismo
El ansia y el hígado
Cosas de celestina
Estampitas
Sin ceremonia
En juliana
Un sombrero con pluma verde
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