domingo, diciembre 20, 2009

Polución

Cierro los ojos para escuchar a las hojas inquietas del árbol pero la computadora grita más. Ahora chillan algunos pájaros que se suman al sonido cada vez más alto e impertinente de la máquina. Las hojas callaron. Entonces retomo el esfuerzo diario por ignorar lo grotesco para seguir el diálogo con el viento. Cada tanto asoma el murmullo suave de los árboles y me levanta de la silla. Camino quebrando hojas secas hasta el árbol que me abraza con olor a eucaliptus. Entonces trepo apretada al tronco para estirarme hasta la primera rama y hago fuerza con los brazos, subo un pie y lo engancho por la rodilla en la rama. Levanto el cuerpo y descanso. Un susurro me da la bienvenida.

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