miércoles, septiembre 14, 2005

La ventana del living de casa

La mayoría de los apartamentos tiene las persianas bajas y las luces apagadas. Cuatro edificios completan la cuadra siguiendo estrictamente una línea paralela que se tuerce con el vidrio entreabierto de mi ventana. Los focos de los autos que no dejan de gritar por la calle se reflejan en sus balcones cerrados. Pasa un motor suave y, de pronto, parece que el silencio es posible.

Los únicos tres apartamentos iluminados en la cuadra están vacíos. Ordenados y quietos. La silla de mimbre espera mirando por uno de sus balcones y recorta la luz en infinitos cuadraditos. Alguien llega. Es un hombre vestido de rojo. Camina con remera y bermudas, mira hacia fuera, se detiene un momento en la silla de mimbre pero prefiere el sillón.

El teléfono me aleja de la ventana y cuando vuelvo el hombre ya no está. Era M para contarme que tiene una historia sin nombre, y me avisa que si preguntan, tengo que decir que ella está sola. No entendí exactamente cuál era la complicación, pero el tono de su voz era dulce y suave. Dice que viene para acá.

Mientras la espero repaso los tres cuadros que visten la pared del living de los vecinos. Alguien más se asoma. Esta vez es una mujer. Sale al balcón y se recuesta unos instantes en la zona más oscura del lugar pero su vestimenta blanca la delata. No es fácil esconderse en esta ciudad.

Colgaron sobre la pared principal tres cuadros en hilera que crean un conjunto desagradable. El primero es el más claro, y el único al que le llega la luz de una lámpara de madera. Parece un paisaje marino. A esta marina celeste le sigue un pincel cargado de oscuros que es el protagonista de la sala. Tiene un paspartou blanco que abraza azules y verdes apretados e informes a la distancia. A su lado hay un pequeño retrato que desde la ventana del living de casa, parece Velázquez.

Los vecinos corrieron la cortina. Es una noche linda, aunque sin estrellas ni luna. El cielo y el mar unidos borraron el horizonte. Los focos de la rambla se pierden entre las hojas del plátano que está frente a mi ventana. La cortina tapó sólo la mitad del balcón dejando ver la marina iluminada. Suena el timbre y llega M. La vida transcurre en la oscuridad.



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