jueves, septiembre 29, 2005

Despedida

Él da pequeños pasitos para alejarse de mí. Pone un pie delante del otro sin apuro para no asustarme. Sonríe mientras se mueve, señala algo a la distancia como explicando que no es él que se quiere ir sino que es aquello que lo aleja pero que no es él que no tiene voluntad de irse y hasta le duele un poco cuando se pone el sol, pero dice bueno así es la vida y sigue con sus pasitos arriba del pasto, de la arena o del camino que le haya tocado en suerte esta vez.

Cuando lo veo irse así despacito no sé qué hacer o qué pensar porque cada paso que da es tan pequeño que si estiro la mano lo puedo tocar y entonces sería tonto creer que está lejos. Pero su voz se me va haciendo inaudible. Hago un esfuerzo para escuchar a ver si me habla y hasta me conformo con leerle los labios, si es que se están moviendo para decirme algo o sólo respira o quizá ya no distingo su boca de sus ojos porque los pasitos nos separaron por completo.

Demoro en decirme ya no está. Las palabras se me van apareciendo en vocales salteadas con cada uno de sus pasitos y de golpe en un instante como si estuviera jugando al ahorcado se me arma la frase que me repite no te quiere y se va. Entonces duele y estiro la mano y leo los labios y creo que dice que me equivoco y quiero sentir que el error es posible.

Una vez se fue de golpe y me dejó caída, sola y enojada porque no le alcanzó con irse quiso que yo también me fuera y me tiró de su sillón de su cocina de su cama y de su piel para que no quedara ni un solo rastro de mi presencia en su vida. Me devolvió todo mi cariño y mi paciencia y me dejó sin mirarme a los ojos.

Cuando vuelve te juro que parece que se acerca y que lo encuentro y él me encuentra y que hay cuatro pies uno al lado del otro y son de él y son míos y a veces hasta son nuestros pero nunca llegan a ser demasiado nuestros porque suena el despertador aparece la señal esa que está a lo lejos, aquello. Y entonces aparece un sabor conocido como de dolor repetido aguantado como en una ampolla que va ganando tensión y se desborda y empalaga del gusto a salado de esas lágrimas que salpican las huellas de sus pasitos y se juntan una al lado de la otra como antes se unían nuestros pies.

Otra vez el dolor y no entiendo qué pasa hasta que veo que son mis pies los que están dando pasitos y es mi mano la que se estira y cada paso en dirección a aquello hace crecer el espacio vacío arriba de las huellas de mis propios pies y ese vacío se me mete adentro mientras me alejo me alejo me alejo.


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