Cuando alguien muere mi cuerpo se pone tieso como si la muerte se me contagiase por un momento. Cada músculo se tensa desde los pies a la cabeza, los dientes se empujan unos a otros y hacen un ruido filoso, agudo que me resuena en la cabeza donde todo se escucha más alto. El dolor es tan fuerte que olvido por momentos la tristeza. Me crecen debajo de los ojos unas sombras pardas, negruzcas que se me van escurriendo en la piel hasta rodear por completo, de abajo hacia arriba, la epidermis delgada del ver, hasta que la sombra se vuelve piel y sigue creciendo tapando mi rostro primero, mi cuello, mis hombros y todo mi cuerpo hasta llegar a mis pies.
La primera vez que vi ese disfraz de la muerte no era yo quien lo vestía.
(justo me encontré con esto que escribí y guardé en la computer hace un tiempo...lo leí y pensé enseguida en La siesta con Michel)
martes, septiembre 27, 2005
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