jueves, febrero 12, 2009

La repetición

Entré al salón de la casona, lleno de hombres que cubrían sus caras con máscaras. Algunos usaban las máscaras venecianas, del carnaval, esas aparatosas y lindas; otros sólo se tapaban los ojos con un antifaz. Comenzó a sonar la música y empecé a bailar. Me fui detrás de una máscara de colores. Luego de la primera pieza, el hombre se quitó la máscara pero apenas alcancé a ver sus facciones porque su rostro comenzó a desdibujarse delante de mí. Luego de una pausa, una mano me unió a otro enmascarado, y el baile continuó. Bailamos, bailamos, hasta que la máscara cayó, y descubrí facciones similares que se fundieron en el olvido. Entonces lloré. Y rechacé este baile, y aquel. Hasta que la música me tentó -siempre es así, otra cosa te lleva distraída a donde no querés ir- y ahí estaba de nuevo moviendo los pies a un ritmo agradable, plácido, que parecía hasta novedoso. Pero este hombre se detuvo en seco, se quitó la máscara y me miró sin ojos, y sin labios repitió algo que sonó a “yo no estoy aquí.” Quise despertar y no pude. Entonces volví a llorar y empecé a correr hacia la puerta del salón arrancando máscaras a mi paso. Como tenía los ojos nublados no lo puedo asegurar, ya que no veía con nitidez, pero me pareció que detrás de las máscaras encontré siempre al mismo hombre.

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