domingo, junio 01, 2008

Otra inundación

La casa se había construido sobre un barranco que daba a una playa con arena y mar. La recorrimos de una punta a la otra: tenía ventanas amplias, cuartos grandes, muebles color madera y paredes blancas. Luego salimos por el frente.

Cuando estuvimos afuera nos dio frío; el clima, el jardín de la casa y el paisaje habían cambiado. La arena tenía verdes pastos, algunos arbustos y árboles tupidos. El mar bramaba espumoso. El barranco ahora era parte de una cadena de elevaciones que se asomaban a un mar violento casi sin arena.

Caminamos rápido, aunque un poco aturdidos. La perplejidad nos detenía cada tanto para mirar atrás. En lo más alto de un barranco vecino, detuvimos nuestra huida y nos paramos a observar. Las olas se alzaban enormes, carnosas, y se dejaban caer brutales sobre la tierra de la costa. Retrocedían un poco y volvían a elevarse para avanzar aún más. Miramos a la casa en el barranco y a la ola que empezaba a crecer. Nos dimos vuelta y seguimos camino antes de verla caer.

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