sábado, junio 09, 2007

Un otoño en Montevideo

Caminé entre la niebla al supermercadito que permanecía abierto. Fui a comprar polenta. Agarré el paquete del estante y di unos pocos pasos hasta la caja. Es un día perfecto para comer polenta, le dije a la cajera poniendo la bolsita amarilla sobre el mostrador. Esta noche todo el barrio va a comer polenta, me contestó. Sos como la décima persona que se lleva un paquete en este rato. Sonreímos. Y siguió hablando, pobre la gente que vive en la calle. Terrible. ¿Viste que en la tele el otro día mostraron que había gente que a pesar del frío no quería ir a los refugios a dormir? Es que ahí viven. Uno de ellos les contestó 'esta es mi casa'. Si van al refugio seguramente los obligan a bañarse ¿y qué hacen con sus cosas? ¿dejarlas ahí? Fijate que el muchacho que duerme acá al lado, tenía una colchoneta para tirar en el piso y ¡se la robaron con toda su ropa sucia!. Ni él lo podía creer: "¿hasta a mí me roban?"

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