Desear a alguien que lo parta un rayo es una expresión un tanto antigua. Nadie de menos de veinte la usa por acá. Es más, no alude tanto a un deseo de muerte como a la improbabilidad del suceso. Pero la expresión sigue ahí, pronta para contener un significado más literal. Y parece que es momento.
Hace no más de dos años un rayo mató a unas personas que caminaban por la rambla de Montevideo un día de tormenta. Y ayer también hubo tormenta. Un señor estaba en el hipódromo mirando las carreras de caballos cuando empezó a llover. El agua caía en cántaros iluminados. El hombre murió en el instante, a los cincuenta y dos años, ahí, en el hipódromo. Un rayo lo encontró.
viernes, marzo 17, 2006
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