domingo, febrero 19, 2006

Milonga en Montevideo

La señora camina con dificultad detrás de su esposo que sube los escalones con más facilidad. Tiene puesto un vestido claro con florcitas azules de escote cerrado. La tela liviana termina debajo de sus rodillas donde la piel manchada por los años queda destapada.

Se agarra del pasamanos para ayudarse a subir. Me da miedo que se caiga pero ella está preocupada por su pelo. Se lleva la mano libre a la cabeza y dice en voz alta: me despeiné toda. Despacio sube uno a uno cada escalón hasta el final de la escalera, donde la espera su esposo para entrar al salón de baile.

El salón tiene una gran pista rodeada por sencillas mesas de madera tapadas con manteles de paño. Las mesas enmarcan la izquierda y el fondo del salón. A la derecha de la pista hay un bar, un piano, y una tarima con cortinas rojas que sirve de escenario para la orquesta. En el techo, sobre el medio de la pista, gira una pelota que refleja la poca luz del lugar.

La pareja atraviesa la pista casi vacía con las indicaciones que les da una moza de minifalda. Esquivan a la única pareja que baila con el sonido instrumental de un tango y se acomodan frente al piano. Piden algo para tomar y se quedan sentados. La moza prende la vela que hay sobre la mesa.

Cuando sale la orquesta el señor se para y ayuda a su mujer a levantarse. Le retira la silla y le presta el brazo para que se apoye. Con cuidado y arrastrando los pies la mujer camina despacito hacia la pista. Abraza a su esposo detrás del cuello con la mano izquierda, acerca su cuerpo al de él, y levanta la cabeza. Con la mirada en lo alto la señora empieza a mover los pies al ritmo de la milonga.

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