domingo, enero 08, 2006

Los anfitriones del viento

La persiana resuena y cada tanto golpea (toc). El aire entra por las ranuras de la persiana y se da contra el vidrio que tiembla. La cortina se ondula al lado mío y bailotea. Las ventanas están cerradas pero el viento es fuerte. Sube del mar, viene del sur y choca contra mi ventana. No hay bocinas, no hay autos no hay gente. Esta noche a las calles recorre el viento con voz grave y aliento fresco. No llueve, es sólo el viento.

El día fue de calor intenso, y sobre el fin de la tarde apareció el viento. La playa se fue vaciando, y la rambla se fue quedando quieta, sólo uno se quedó sentado en el murito, con las piernas sueltas sobre la arena y las manos en la cabeza para sostenerse el sombrero. Cuando se oculta el sol en Montevideo se levanta un poco de viento. Te pega en la cara cuando caminás por la rambla, te frena el cuerpo cuando querés cruzar bulevar, te refresca los pensamientos, te saca los enojos, las preocupaciones, te llena de vida este viento.

Aunque puede ser muy peligroso a veces. El invierno pasado sopló uno que sacó los árboles de raíz y levantó el asfalto, rompió los cables de la luz, arrasó con todo aquel viento. Mariela le tiene miedo. No sale de la casa cuando hay viento. Si se anuncia sudestada se queda en la casa y no duerme. Mariela se preocupa y se informa sobre el acontecer de los vientos. Me contó que hay un viento que lleva la locura a un pueblo. Dice que es cierto, que pasa en España, en un pueblo donde la gente está loca por causa de este viento. Me da curiosidad conocer ese pueblo, a esa gente, que a pesar de que sabe que se les viene la locura esperan y se quedan ahí para recibir al viento.

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