El sol atraviesa
tu indiferencia
y entra
por la ventana.
Llega apenas tibio,
descascarado,
y se recuesta entre sombras
casi apagado.
Le acerco mi mano y
lo apreto
en uno de sus trazos.
La madera del piso
responde
oscura al contacto,
mientras un resto de luz
pinta sin color mi mano.
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