martes, abril 01, 2008

La gota

Me acuesto y mientras acomodo la almohada escucho el sonido punzante de una gota. Cae desde la cisterna que está repleta y desborda, una por una, al agua convertida en gota. La escucho caer y veo los círculos del sonido redondo que se expande en esta casa silenciosa. No hay bocinas, no hay alarmas, no hay motores, sólo suena esa gota.

El baño queda al lado de mi cuarto. A dos puertas. La repetición monótona no me ayuda a conciliar el sueño. No es como contar ovejitas. Es más bien como una pesadilla: la reiteración al infinito de un sonido que se hace enorme por único y por repetido. Esas milésimas de segundo, entre gota y gota, en las que hay silencio -el más quedo que pueda haber en la ciudad- se llena de inquietud ante la inminente y próxima caída.

Entonces me levanto, abro una puerta, abro la otra, camino hasta el water, y decidida tiro de la cisterna. El sonido es abrumador y familiar. Resuena en todo el edificio callado, dormido. Después que se vacía la cisterna, comienza el relleno. Un sonido escandaloso, molesto, que terminará en cinco minutos. Me meto de nuevo en la cama más tranquila, e intento dormir antes de que comience, de nuevo, el desborde.

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