Agarró los pinceles, los óleos, y se subió a un globo aerostático. Tíííaaaaaaa, le grité ¿qué estás haciendo? Me sonrío con la boca grande, y los postizos se asomaron demasiado. El globo empezó a subir y mi tía, sin dejar la sonrisa, me saludó con la mano de los anillos, en la que sostenía un pincel. En la otra mano, que cada vez se veía más chiquita, tenía un tubo de pintura blanca. Ella también me gritó algo. Sonreía y gritaba. Me quedé quieta en silencio mirando al globo como se alejaba, y como en un eco me llegó su voz que repetía: nenaaaaaaaa ¡¡¡no te quedes sola!!!
El globo se hizo línea, punto e infinito en el cielo despejado. Me quedé en el medio de la calle, parada, mirando para arriba, buscando el globo en alguna parte. De pronto, vi algo que se acercaba volando. Parecían gotas de pintura, o quizá fueran pájaros. Alguna clase de ave que con alas estilizadas y un vuelo ligero se deslizaba rápido y sin esfuerzo por las corrientes de aire. Empecé a caminar por la vereda entre las personas que iban y venían a mi alrededor en sus actividades rutinarias a esa hora de la mañana. Caminé hasta la esquina, me detuve, y miré para atrás. Vi decenas de aves volando sobre las cabezas de todos los que andábamos por esa calle. Y cada tanto, alguna, que se posaba en silencio sobre la cabeza de algún posible candidato.
viernes, octubre 12, 2007
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