Me desperté sobresaltada porque algo me tiró del pelo. Me llevé la mano a la nuca donde los pelitos más finitos me sostenían la piel como los tirantes de una carpa. AHHHH grité AHHHHH. Vi que mis piernas colgaban y miré para abajo y no vi nada, pero nunca hay mucha luz en mi casa.
Me mudé hace un año a esta parte de la biblioteca que es más tranquila porque no se usa tanto. Estaba cansada de elegir una casa y despertar sobre la mesa de luz de alguien o caída entre los almohadones de algún sillón. Entonces empecé a subir los estantes hasta llegar al más alto y ahí me acomodé en este libro de letras doradas y páginas gruesas, que tiene mucho espacio entre el ancho lomo y el encuadernado.
Ahí me acomodé y viví un año de tranquilidad, lidiando con alguna araña invisible que descubría a través de las huellas que dejan sus patitas sobre la capa de polvo acumulado en mi casa. Pero esta mañana no queda nada de la capa, salvo alguna que otra partícula que baila en el mismo espacio donde estoy colgada.
El pelo me quedó enganchado entre las piolas del encuadernado. Así que ahora voy a sujetarme de estas cuerdas blancas, estirarme para arrancar un pedacito de hoja, y con el filo del papel me voy a soltar. Después voy a recorrer el estante en busca de otra casa, y volveré a construir mi hogar.
viernes, agosto 31, 2007
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