(notas para un cuento)
Se levantó cada día, durante años, para borrar el ayer. Manifestó durante aquel tiempo una fuerte convicción en el destino, que lo conduciría, a su pesar, hacia un mañana que no quería conocer. Se le ocurrió que lograría ir hacia ningún lado si evitaba apilar ladrillos y aferrarse a la vida en su andar. Borró sus pasos, como si pudieran desaparecer con la misma luz que velaba sus propias fotos. Casi lo consiguió. Pero lo reconocí cuando me invitó, otra vez, a cenar con él. Le sonreí, y no acepté.
(Estoy pensando que quizá la pequeña historia no deba terminar ahí, y tenga que escribir cómo fue la cena entre la memoria y el olvido. O no... Quizá sí deba terminar ah. A veces con un punto alcanza.)
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