lunes, junio 04, 2007

Óculo

Levantó suavemente la mano y casi sin moverse habló y su voz sonó como una cuchilla afilada que no hace ruido mientras se desliza muy profundo en la carne. Qué lástima, acá se te manchó la pollera. Miré en la dirección que señalaba su mano aún extendida y no vi nada. Entrecerré los ojos para afinar la vista y la mancha no apareció. Entonces levanté la cabeza para mirarla y decirle que no encontraba la mancha pero se me fueron las palabras porque desde el sillón ya no era una mano la que señalaba alguna cosa, y un cuerpo al que se unía la mano; sino que era un ojo enorme, de tan inflamado, que permanecía sujeto entre los brazos del sillón. Observé al ojo pero no me miró. Se contorneó, y se cubrió de líneas rojas cuando la sangre se desparramó para irrigarlo. El óculo miró en otra dirección y con idéntico tono de voz lamentó la existencia de otra mancha.

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