Un 31 de diciembre además de tirar un balde de agua por la ventana nos repartimos los meses del almanaque del año que cerraba para romperlo en pedacitos chiquititos. Había sido un año malo y festejamos su fin y pisamos sus deshechos con alegría.
El catártico festejo no falta nunca en la Ciudad Vieja de Montevideo, sin importar lo bueno o malo del año. Esta tarde sus calles calurosas estaban llenas de papelitos que fueron almanaques de oficina de los que se ponen sobre el escritorio y tienen pequeñas hojas cuadradas con renglones -una para cada día- que se usan para anotar algo, escribir un número u otro apunte y caducan hoy cuando se desprenden todas sus hojas y se tiran por la ventana.
viernes, diciembre 29, 2006
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