Nos quedamos dormidos y cuado despertamos el agua llenaba la calle casi hasta la ventana del piso ocho en el que estoy. Somos tres en la habitación y prendí el celular que todavía anda para ubicar a mi hermano y saber si está bien. Le avisé que estoy en casa y que vamos camino a la azotea. "Son varios los helicópteros que andan rondando la costa y esperamos que alguno nos recoja", le dije.
El río desbordado sigue subiendo y hace olas que golpean al vidrio cerrado. Vamos, vamos, tenemos que salir de acá. No sé qué llevarme, me da lástima dejar que los cuadros se empapen pero no nos dejan cargar con nada y además no hay tiempo para esto. El viento sopla más fuerte y las olas dentro de poco van a romper el vidrio y van a dejar que el agua entre, me apuró Martina. El vidrio explotó dos segundos después por la fuerza rabiosa de una ola que se estampó contra la ventana y nos hizo caer con su humeda agresión. Vamos, vamos dijo Marcos ayudándome a levantarme.
(comienzo de un sueño que se me repite en el que el Río de la Plata sube e inunda a Montevideo)
domingo, julio 30, 2006
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